EL PRECIO QUE PAGAS POR SENTIRTE CULPABLE



La semana pasada una amiga me contaba lo contenta que está desde que puede pasar todas las tardes con sus hijos. Dejó su trabajo hace unos meses y cada día de la semana va a buscarlos a la puerta del cole. Me explicaba lo diferente que es para ella vivir la maternidad desde esta nueva realidad. Sobre todo lo notaba en su forma de actuar en situaciones “complicadas”. Por ejemplo,  me decía que  su hija suele demandar mucha “presencia en exclusiva” y no importa lo que haga porque ella siempre quiere más.

Algo que me llamó especialmente la atención (y es por esto que estoy escribiendo este post) fue lo que me dijo que hacía para abordar esta situación:  “antes lo hubiera vivido con culpabilidad y hubiera cedido ante muchas de las cosas que me pide. Ahora, estoy tan tranquila conmigo misma! La escucho, me importa lo que siente, me reservo ratitos para ella…pero tengo muy claro cómo quiero ser como madre y donde están los limites. Y la diferencia es que ahora puedo respetarlo con mucha tranquilidad y coherencia sobre lo que realmente creo que tengo que hacer”.

Esta conversación hizo que me replanteara, una vez más, el impacto que tiene la culpabilidad tanto en nosotras como madres (digo madres porque es más frecuente pero es extensible a los papás) como en nuestros hijos. Creerme cuando digo que esta es una de las emociones que más aparece en nuestros cursos.  Las mamás se sorprenden aliviadas al comprobar que no son las únicas que tienen la sensación de estar haciendo cosas mal  ¡Nos podemos sentir culpables por tantas cosas!

Siempre digo que la culpabilidad es la emoción más tóxica que hay. ¿Te has planteado alguna vez  el precio que pagas por sentirte culpable? No sólo no es constructiva, sino que rebaja tu autoestima y tu confianza como madre. Hace que te sientas permanentemente en deuda, y ello puede traducirse en hacer cosas que realmente no quieres hacer. Las haces sólo por evitar sentirte más culpable todavía  (y no digo que esto sea así siempre).  La culpabilidad no te deja ser la clase de madre que quieres ser.. No estás en armonía contigo misma y  esto inevitablemente repercute en la educación de tus hijos.  Tu lo sabes, y ellos lo notan. En definitiva, todos salimos perdiendo.

En el caso de mi amiga, es una suerte que ella pueda ir a recoger a sus hijos cada tarde. Hay tantas mujeres a las que les encantaría hacer eso y no pueden. Pero  no hace falta ir a recoger a tus hijos para dejar de sentirte culpable, eso es lo que quiero decir. Cuando conectamos con la TRANQUILIDAD y la CONFIANZA (que todas tenemos)  poseemos  más claridad y más recursos para gestionar el día a día con nuestros hijos. Esta actitud nos ayuda muchísimo más!

Mamá, no eres perfecta, eres humana. Haces todo lo que puedes, todo lo que está en tus manos. Y eso ya es suficiente! A veces esto significa  estirarte en el sofá y no hacer nada para que tus hijos se coman la cena porque has tenido un día horrible. Y otras veces será sentarte pacientemente con ellos hablando sobre cómo les ha ido el día mientras acaban todos los deberes. Tenemos limitaciones, metemos la pata y perdemos los nervios.  Los niños no necesitan papás perfectos, necesitan papás humanos que, por encima de todo,  les quieran y les acepten como son.

Andrea Zambrano
Equipo AEIOU

¿MI HIJO ES REBELDE O SABE LO QUE QUIERE?




Como padres (y como personas) muchas veces vemos las cosas blancas o negras. Solemos dividir a los niños en lentos o movidos, tímidos o extrovertidos, miedosos o valientes…. Este es el origen de las tan famosas etiquetas ¿Pero de verdad es asi? ¿sólo hay estas dos opciones? ¿y realmente son opuestas?
 
¿Qué hacemos cuando vemos aspectos de nuestros hijos que no nos gustan? Muchas veces juzgarlo e intentar cambiarlo. Si creo, por ejemplo, que mi hijo es rebelde, pienso que "esto no puede ser” y que tiene que hacer caso. Y vale, si, es verdad que la rebeldía como tal muchas veces no ayudará a mi hijo a desenvolverse en algunas situaciones de la vida. Pero paremos un momento y veamos un poco más allá:
 ¿qué hay detrás de la rebeldía? ¿qué valor importante hay para mi hijo? ¿qué cualidad asoma en esa conducta? Quizás sea un niño seguro de si mismo que tiene criterio propio y defiende lo que piensa….
 
Veamos otro ejemplo: “mi hijo pega”. Estamos de acuerdo en que pegar no es una buena estrategia para ir por la vida pero ¿qué valor podemos ver en nuestros hijos? Quizás sea un niño que pone sus propios límites y no cede con facilidad a lo que otros quieren…

 
Lo que quiero decir con esto es que la rebeldía y el defender tu propio criterio
 son colores de una misma paleta. Es decir, es lo mismo pero con intensidades diferentes. En realidad, virtudes y defectos son lo mismo, sólo difieren del grado en el que se dan. Con los niños pasa lo mismo. Si como padres penalizamos la rebeldía en su totalidad, también estaremos “matando” la capacidad de nuestro hijo de defender su criterio. Por lo tanto como padres debemos estar muy atentos a no CORTAR LAS ALAS  a nuestros hijos, sino enseñarles a CALIBRAR su personalidad (o lo que es lo mismo, modular la intensidad de la misma).

 
¿Cómo podemos hacer eso? Podemos empezar yendo más allá y observando el valor (el “para qué?”) que hay detrás de cada conducta  sin juzgarlo. Y siempre hay un valor. Luego podemos reconocer a nuestro hijo que nos encanta que defienda su criterio y además añadir que nos gustaría que cuando le decimos algo confíe en que es por algún motivo de peso (es decir, pedirle cómo nos gustaría que actuase la próxima vez).  Así reforzamos el valor que ya poseen y calibramos su fuerza para que no se vuelva un “punto débil”. Lo que distingue una virtud de un defecto, es una línea finísima!

 
Donde pones tu atención pones tu energía. En otras palabras: es lo que vas a reforzar y a alimentar. Si tú ves a tu hijo como alguien que sabe lo que quiere y lucha por ello, es precisamente esto (y no su rebeldía) lo que vas a fomentar en él. En cambio, si ves a tu hijo como un niño pegón ¿adivinas lo que vas a reforzar? Así es como funciona nuestro cerebro y así es cómo podemos influir de forma positiva en nuestros hijos.

 
Por último, te lanzo esta pregunta de reflexión y te invito a que te la hagas cada vez que te pilles poniendo una etiqueta a tu hijo (puedes utilizarla como estrategia para cambiar el foco):
 ¿de verdad mi hijo es lento, o es que yo tengo prisa? ¿él está pesado o yo tengo poca paciencia? ¿es rebelde o soy yo que muy rígido? 

 

LOS NIÑOS NO TIENEN QUE OBEDECER



“Los niños tienen que obedecer”, “un niño bueno es un niño que hace caso (a la primera si puede ser)”, “tienes que ser obediente” ¿os suena? Damos por hecho que esto es así. Pero...paremos un momento y cuestionemos esta creencia: ¿es eso cierto? ¿ de verdad los niños tienen que obedecer? Mi opinión es esta: NO. Y ahora te cuento porqué.
 
¿Qué significa obedecer”? Obedecer (según la RAE) significa “cumplir la voluntad de quien manda”. Es decir, complacer a otros independientemente de cual sea tu voluntad, tu criterio o tus necesidades intrínsecas. Doy por hecho que la mayoría de las veces cuando les decimos algo a nuestros hijos es “por su bien” o por algún motivo bien justificado. No obstante, y siendo honestos, que nuestros hijos nos hagan caso es algo que también nos hace la vida más fácil a los padres. Nuestro día a día suele ser complejo y agotador...un poco de colaboración por su parte nos va de maravilla! Eso está claro. Pero ¿y para ellos? ¿obedecer es algo que les va a ser útil para la vida? ¿es esto lo que queremos para el adulto que va a ser? ¿Que se someta a las decisiones que otros, con más autoridad, (maestros, jefes, …) tomen por ellos, las compartan o no?
 
Lo que quiero decir es que obedecer es un recurso que utilizamos desde la urgencia y que nos sirve para el corto plazo. Podemos conseguir que obedezcan diciendo las cosas bien, con gritos, castigos, amenazas, etc..y quizás lo consigamos. Pero ¿qué precio estamos pagando? Quizás hacer que tu hijo recoja su habitación hoy (con gritos, amenazas, castigos, etc. ) signifique descuidar tu relación con él creando distancia y desconexión. Y creerme cuando os digo que LA RELACIÓN LO ES TODO.
 
Con esto NO ESTOY DICIENDO (y esto quiero que quede muy claro) que no debamos poner límites a nuestros hijos (SIEMPRE es necesario poner límites)  ni que debamos dejarles hacer lo que quieran para “no perjudicar la relación”. Eso también sería una fuente de conflicto tanto en el corto como en el largo plazo. A veces la palabra límites se asocia al castigo o al enfado, y no es así. Se puede poner límites desde el amor y el respeto, es de eso de lo que va este post.
 
Tampoco quiero decir que los niños no deban  tener en cuenta lo que les decimos, o que no les debamos castigar o reñir nunca. Cuando les advertimos de que no toquen algo porque se pueden hacer daño o que no peguen a su hermano, no sería educativo ni constructivo pasar de todo y no decirles nada. Lo que quiero decir es que podemos conseguir que nuestro hijo ordene su habitación de otra manera y sin que nuestra relación con él se vea afectada.
 
Vale, entonces ¿qué propongo para conseguirlo? Lo que propongo es que probemos a enfocarlo de otra manera. En vez de “los niños tienen que obedecer”, os ofrezco esta otra perspectiva:  
los niños tienen que respetar y confiar en lo que les dicen los padres”. Los niños, no tienen que hacer caso porque les amenacemos o porque nosotros como padres siempre sabemos mejor que ellos lo que tienen que hacer. Con eso les enseñamos a ser sumisos. Los niños tienen que respetar lo que les decimos como padres porque confían en nosotros y en que lo que les digamos es por su bien y el de la familia. Ese es un valor que sí les va a servir en un futuro.

Ahora es cuando me preguntáis: si, esto es muy bonito, pero ¿como se hace esto de que confíen? Mi hijo si no le amenazo, ordeno, castigo, no hace caso,… Hay muchas cosas que podemos hacer para darle la vuelta (muchas de ellas son las que ofrecemos en nuestros cursos de “AEIOU”). Ahora bien, la primera y más importante es esta:  Si quieres que tu hijo respete lo que dices y confíe en ti,  respétale y confía en él tú primero.

 Al principio, como el “antiguo hábito” (hacer que obedezcan) suele estar muy arraigado, puede no funcionar a la primera. Pero si persistes verás el cambio! Cambiar nuestra forma de relacionarnos con nuestros hijos no es algo fácil (lo sé de sobras y por eso me dedico al coaching educativo). Pero SIEMPRE se puede cambiar, mejorar y aprender. Y lo mejor de todo es que como nuestros hijos son esponjas, tiene un impacto rapidísimo en ellos!

Todo empieza por ti, papá o mamá. Los niños no tienen que ser obedientes, los niños tienen que saber que sus padres dicen las cosas por su bien y confiar en que es así. Y para lograr eso, hay que invertir en construir una relación fuerte y sana con ellos. Y, aunque quizás te parezca que no, la mayor parte del éxito está en tus manos.



VIVIR SIN RESPUESTAS


  
Ya lo sabemos. La vida muchas veces es así de puñetera. A menudo, por mucho que busques, no encuentras respuestas (o encuentras muchas y muy variadas, que viene a ser lo mismo). Y cuando te conviertes en padre/madre el tema se vuelve todavía más peliagudo.

Ser padres es un mundo nuevo y desconocido en el que NO CONTROLAS AB-SO-LU-TA-MEN-TE NADA de lo que está pasando. Vives en una duda permanente y en una incertidumbre constante. ¿Ejemplos de preguntas que te pueden asaltar sin casi ni darte cuenta? Aquí tienes algunas:

·         Mi hijo tiene mucho genio y me cuesta controlarlo, qué hago?
·         No para de pelearse con su hermana, qué puedo hacer para pararlo?
·         Cómo encuentro el equilibrio entre poner límites y no cortarle las alas?
·         ¿Por qué llora?
·         Mi bebé no duerme…qué le pasa?
·         No logro que me hijo coma, qué más puedo hacer?
·         Lo estaré haciendo bien?
·         Etc. (la lista es larga…)


Continuamente te encuentras en un sinfín de situaciones nuevas y cambiantes. Algunas las manejas bien, otras te ponen a prueba y algunas otras hasta te hacen perder los nervios. ¿A quién no le ha pasado esto alguna vez? Tu haces lo que puedes, y mientras todo el mundo te da su opinión (eso no hay forma humana de evitarlo). Siempre queremos respuestas, y respuestas rápidas! ¿Y qué pasa cuando no las tenemos?

Los niños no vienen con manual de instrucciones, eso lo sabemos de sobra. ¿Pero qué quiere decir esto? Pues que para todas estas preguntas que nos hacemos como padres muchas veces no tenemos respuesta. Y no la tenemos porque o no existen o no hay una sola respuesta…

Es habitual que los padres acudan a nuestros cursos en busca de la “receta mágica”. Ay…ojalá la tuviéramos!! Pero – ojo al dato papás y mamás-  porque la receta mágica NO EXISTE. Cada niño es único y diferente. No puede haber una receta estándar para toda la variedad de niños y circunstancias que hay en la faz de la tierra.

 Para poder encontrar respuestas a tus preguntas primero hay que conocer a tu hijo y conocerte a ti como padre (porque tú también eres único). Solemos caer en buscar la respuesta rápida y el consejo educativo (o de crianza) que nos resuelva el “cómo” resolver una situación. Y pasamos por alto que la persona que mejor sabe lo que necesita un niño es su padre y su madre (o en su defecto, su cuidador principal). En definitiva, muchas veces caemos en buscar las respuestas “fuera” cuando en realidad “dentro” de nosotros ya tenemos muchas de ellas.

Vivir sin respuestas forma parte de ser padre/madre. Queremos controlarlo todo y sentimos miedo, incertidumbre o impotencia cuando no lo hacemos. El “antídoto” contra esa ausencia de respuestas es la CONFIANZA. Bendita palabra, qué fácil de decir y qué difícil de aplicar. ¿Confiar en qué? confiar en ti y en que no necesitas tener todas las respuestas para ser una buena madre/padre. Y confiar en tu hijo, porque es una “semilla” que ya tiene todos los recursos que necesita en su interior para crecer sano y fuerte (otro día escribiré un post sobre esto). Desde la confianza vives estas situaciones con más tranquilidad, más creatividad y más aprendizaje.

¿Qué cambiaría en ti como padre/madre si te dieras permiso a confiar?



¿COLECHO SI O NO?

(Post para Casualplay: http://www.casualplay.com/es/blog/colecho-si-o-no)
Cuando te conviertes en madre tienes que tomar un montón de decisiones y quieres hacerlo “bien”. Quieres elegir la mejor opción (por no decir la opción perfecta) para tu bebé. Yo misma me hice esta pregunta cuando nació Mateo hace ya 1 año y leí, pregunté, investigué todo lo que estaba en mi mano sobre el tema del colecho (y de muchos otros!)
Vaya por delante que yo no soy experta ni en colecho, ni en crianza. Sólo puedo hablar de mi experiencia como coach para padres y madres, de lo que he leído como apasionada que soy de estos temas y como “experta” mamá de Mateo.
Dicho esto, voy al grano: ¿colecho si o colecho no?  Mi opinión es que DEPENDE.
photo from growingwildly
Soy de las que piensan que en la vida no existen cosas  “buenas” o “malas” siempre y por definición. Cada bebé es un mundo y cada bebé necesitará cosas diferentes según su carácter. Porque creedme, todos los bebés son diferentes!
¿De qué depende entonces? Pues de ti, de tu hijo, de tu pareja, de tus circunstancias, de un montón de cosas!!  Os voy a poner mi ejemplo personal:
Mateo durmió con nosotros (colecho) los 4 primeros meses. Desde el principio probé a ponerlo en su moisés a ver qué tal reaccionaba, pero desde que nació vi y sentí que dormir con nosotros le tranquilizaba y le relajaba (de hecho era la única manera de que se durmiera!). Además para mi fue muy cómodo porque le daba pecho, así que todos contentos.
Incluso había días en los que no sólo dormía en nuestra cama, sino que sólo se calmaba si se dormía –literalmente- encima mío. Siempre hay gente que te dice que eso no puede ser, que no es normal, que lo vas a mal acostumbrar…lo cierto es que en ese momento es lo que yo sentí que él necesitaba.
¿Qué pasó más tarde? Pues que con el tiempo se fue haciendo más mayor y me di cuenta (observando, escuchándole, probando…) que él mismo estaba más cómodo en su moisés que con nosotros. Y más adelante, cuando vi que el ruido de nuestras voces le molestaba a la hora de dormir, sentí que estaba listo para pasar a su habitación (quizás yo no tanto, tengo que ser sincera, pero si pones el foco en tu hij@ es más fácil saber qué necesita).
Lo que quiero decir es que no existen reglas universales aplicables para todo el mundo. Cada bebé es único. Ya sé que suena a tópico pero es así. A todas nos gustaría tomar la decisión perfecta y no equivocarnos, pero a veces es precisamente esto lo que  nos lleva a hacer caso de consejos “externos” y aplicar teorías que otros han ideado para “todos los bebés del mundo” sin conocer a tu hijo.
photo from growingwildly
Esto no quiere decir que no se puedan escuchar opiniones de otras personas, preguntar a profesionales en este tema o probar técnicas que has leído. Es más, lo recomiendo porque estar informado es básico y muy útil. Lo que digo es que lo que opinen “otros” no puede sustituir nuestro propio criterio. Es decir, que escuches todo lo que te dicen, pero que sólo cojas aquéllas cosas que para ti tengan un sentido  ¿Por qué sabéis qué? Que nadie mejor que tú conoce a tu hijo. Nadie mejor que tú goza de tu intuición como madre. Nadie mejor que tú sabe lo que necesita tu hijo.
Como os imaginaréis, esto no es sólo aplicable al colecho, sino a otro montón de cuestiones y dudas que sueles tener como: ¿lactancia materna o artificial? ¿si le cojo le voy a malacostumbrar o mejor le dejo llorar? ¿llora porque me toma el pelo o porque le pasa algo?
Yo dejé de agobiarme cuando decidí dejar de preguntar y esperar una “respuesta” de fuera, y me concentré en conectar con mi hijo. En realidad, ¿quién mejor que él para decirme si algo le funcionaba o no? Porque cuando a un bebé algo no le gusta o no le funciona, lo sabes! Entre otras cosas porque no para de llorar…
Es cierto que muchas veces dudas y no sabes que hacer. No pasa nada si te equivocas, nada es tan irreversible. Pero no dejes que el “querer hacerlo bien” te aleje de la confianza en ti misma.

¿QUÉ DESEAS PARA TUS HIJOS?



¿QUÉ DESEAS PARA TUS HIJOS?  ¿QUÉ CUALIDADES ESPERAS QUE DESARROLLEN CUANDO SEAN ADULTOS?

(Para un momento y piensa la respuesta antes de seguir leyendo…)

Quizás, como yo, deseas que sean adultos felices, independientes, con criterio, coherentes consigo mismos, auténticos, con relaciones satisfactorias y con una vida con sentido. Quizás coincidas conmigo, o quizás no...de todas maneras, sea cual sea tu respuesta, te invito a que te hagas la siguiente pregunta:

 ¿Cuál es el porcentaje de tu tiempo que dedicas “con intención” a aquello que deseas para tus hijos y a su desarrollo ?

A menudo creemos que ser un buen padre consiste en llevar a nuestros hijos a un buen colegio, alimentarlos, ayudarles a que saquen buenas notas, apuntarlos a extra-escolares….y sí, eso es necesario y muy útil! Sin embargo, como padres también tenemos otra misión (más importante si cabe): acompañar a nuestros hijos en su crecimiento y desarrollo como personas, para que se conviertan en adultos que sepan decidir por si mismos, que tengan autoestima, sean fuertes, autosuficientes, emocionalmente competentes y estén a gusto con el mundo.

La clave para conseguir esto es ENTENDER LAS NECESIDADES EMOCIONALES de tus hijos, porque eso hace que puedas influir de una forma más positiva y más efectiva en ellos ¿Cómo se hace esto? ¿Cómo consigo conectar emocionalmente? En realidad es sencillo, lo que pasa es que no nos han enseñado. A veces basta con un poco de presencia, otro poco de escucha, de empatía y de confianza sin juicios.

 Como personas humanas, la emoción forma parte de nosotros. Ignorarla no es efectivo, y mucho menos cuando hablamos de los niños.  Cierto es que no nos han enseñado, pero podemos aprender! Y esta es nuestra verdadero “para qué” de AEIOU, nuestra pasión y nuestro compromiso con las familias: que los papás aprendan habilidades emocionales para conectar con sus hijos y poder ayudarles (de forma más consciente y eficaz) a desarrollarse como personas. Que sepan dar la vuelta a los conflictos diarios para generar un aprendizaje para sus hijos.

Y voy a dar una vuelta de tuerca más a este concepto. El Dr. Daniel J. Siegel, profesor de Pisquiatria de UCLA, afirma en su libro “El cerebro del niño” (el cual recomendamos) que “conforme los niños se desarrollan, sus cerebros reflejan el cerebro de sus padres. El propio crecimiento y desarrollo de los padres, o su ausencia, inciden en el cerebro del niño. A medida que los padres adquieren mayor conciencia y son cada vez más sanos emocionalmente, sus hijos cosechan los frutos y también avanzan en su desarrollo”.

¿Qué quiere decir esto? Pues que como padres somos las personas que MÁS  influimos en la vida de nuestros hijos y en su desarrollo.  Esto significa que integrar y cultivar tu propio desarrollo emocional y mental es una de los regalos más generosos e impactantes que puedes ofrecer a tus hijos.

En definitiva, si quieres ver resultados en tu hijo, primero invierte en TI y en tu propio desarrollo como persona. Porque - siempre lo decimos- educamos desde quienes somos (desde nuestras emociones, nuestros miedos, nuestras creencias, nuestras fortalezas, nuestra manera de mirarle y de relacionarnos con él). Es decir, si yo estoy cansado, desbordado, enfadado, educo desde ahí.  Y eso tiene un impacto (grande) en nuestros hijos.

¿ CUÁL ES EL PORCENTAJE DE TU TIEMPO QUE DEDICAS A TU PROPIO DESARROLLO CÓMO PADRE?

¿CONCILIACIÓN? PARA UN MINUTO Y PIENSA EN TI



ESTE ES EL MENSAJE QUE ME DEJÓ UN CAMARERO EN EL CAFÉ MIENTRAS LE DABA LA PAPILLA A MI HIJO, A LA VEZ QUE MANTENÍA UNA CONVERSACIÓN DE TRABAJO POR TELÉFONO  ¡Casi lloro de la emoción! Sólo una madre puede entender hasta qué punto este pequeño gesto puede llegarte al corazón.

La realidad es que cuando te conviertes en madre tu vida se vuelve un caos absoluto. Y en medio de toda la vorágine que supone el día a día cuesta encontrar un momento para parar y replantearte ¿quién soy yo en esta nueva vida? ¿qué es importante para mi en este momento?  Ya sé que quizás estas preguntas puedan parecer muy obvias, muy absurdas o muy “hierbas” pero os aseguro que son CLAVE para poder manejar la situación con coherencia y plenitud. Y encontrar ese momento para PARAR A PENSAR, también!

 La situación se agudiza si además trabajas fuera de casa. Entonces te das cuenta de que la conciliación (en general en todas las áreas de tu vida) es algo que todavía está por inventar. El día se te pasa haciendo malabarismos para poder llegar a todo. Y tú como madre sientes que no estás haciendo bien ni tu trabajo, ni tu papel como madre, y no digamos tu papel como esposa, amiga, etc…. Es una sensación a veces frustrante, agotadora y de la que además a veces te sientes culpable. Es entonces cuando te preguntas: ¿es mi trabajo más importante que mi hijo? ¡Por supuesto que no! ¿Y a qué le estoy dedicando más tiempo? Pues muchas veces a mi trabajo…Y entonces ¿qué está fallando aquí? No sé si tengo respuesta para esto…lo que sí te puedo decir es lo que a mi me ha ayudado a poder “conciliar” mejor:

Primero de todo conciliar no quiere decir llegar a todo (lo de ser super-woman es algo que nos hemos creído pero que ya ha pasado a la historia. Sólo intentarlo te deja exhausta y ya sabemos que no funciona). Por supuesto, podríamos tener más ayudas para no tener que entrar en estos debates con una misma, pero este ya es otro tema. Conciliar quiere decir poder encajar de forma armónica todas las piezas del puzle que es tu vida. Y para ello es BÁSICO tener muy claras tus prioridades. Me refiero a tus prioridades de verdad, las elegidas desde tus valores, desde lo que es importante para ti de corazón. Y no desde “lo que debería hacer”, “lo que se supone que haría una buena madre” o lo que la gente “espera de mi”. Se trata de respetar aquellas cosas que dan sentido a tu vida y que te hacen sentirte plena.

Mis prioridades ya no son las de antes, pero tengo claro cuáles son y cuánto tiempo quiero dedicarle a cada una. Y lo más importante: ¿a qué estoy dispuesta renunciar para ello? Porque SIEMPRE hay que renunciar a algo (siempre que digo “sí” a algo, estoy diciendo “no” a otra cosa). La diferencia está en que ahora soy yo la que elije a qué quiero renunciar en vez de que las circunstancias elijan por mí. Y para esto me ayudó mucho el COACHING! Por supuesto no digo que esto sea la panacea porque conciliar es algo complejo, no pretendo para nada frivolizar, pero sí es cierto que desde que tengo claras mis prioridades y cuánto tiempo estoy dispuesta a dedicar a cada una lo vivo mejor, porque estoy respetando lo que es importante para mí.

Ahora viene la segunda parte, porque no es sólo eso, sino que lo más importante una vez lo tengo claro es: RESPETARLO y HACERLO. ¿Porque sabéis lo que pasa? Que hacerlo es precisamente lo que nos cuesta más y donde pinchamos la mayoría. Como somos todas unas mamás maravillosas y nuestra prioridad nº 1 suelen ser nuestros hijos, a menudo olvidamos el resto de las prioridades y renunciamos a ir al gimnasio, a una cena en pareja o a ir a comer con una amiga, por organizar logísticas, porque estamos agotadas, por no dejar el marrón al marido o porque el niño está enfermo. Con esto no quiero decir que no debamos atender a estas cosas que son importantes, sino que estemos atentas porque a veces cualquier pequeño motivo es suficiente para que nos olvidemos de lo importante que son el resto de nuestras prioridades.


Ser madre te cambia como persona, como mujer, como amiga y como todo. Tienes que invertir un tiempo en poder re-organizar tu vida y re-inventarte como persona. No seamos víctimas de las circunstancias y de las prisas y paremos un minuto en pensar en nosotras ¿Quién quiero ser como madre? ¿Cuáles son mis nuevas prioridades? Y una vez lo tengo claro (y ojo que definir esto no es algo sencillo), ¡HACERLO!